Los que hemos nacido y vivido en Facinas sabemos que la sierra que nos cobija ejerce sobre nosotros una misteriosa atracción. Ella ha sido y es testigo de nuestro caminar como pueblo y en ella nos apoyamos cuando nuestro ánimo decae o cuando necesitamos compartir un momento feliz.
Por eso siempre ha estado presente en mis novelas y escritos. En mis años de juventud solía sumergirme en ella por cualquier motivo. Muchos fueron los días que lo hice en solitario. Allí daba riendas sueltas a mis sueños o me extasiaba contemplando el mundo que se divisa desde varios puntos estratégicos. Otros, en compañía de amigos. Recuerdo la noche que acompañado de mis amigos Pepe Luis y Fernando Pérez Rossano, perdimos la claridad de la luna y el vaso con el que compartimos una botella de vino mientras entonábamos canciones del Dúo Dinámico acompañados de la vieja guitarra. El mar, la costa africana, la extensa campiña o las otras montañas cercanas, son paisajes que solamente domina esta sierra.
He sentido la necesidad de dedicar una de mis historias a resaltar su figura y la de aquellos que la protegen desde el emblemático cerro del Aquilón donde se encuentra la caseta del vigilante forestal. Que el Llano de la Cruz, la Piedra Sola, el Tajo Desollacabras entre otros, sean protagonistas, junto al vigilante que vela por su integridad, me ha dejado con la tranquilidad de haber cumplido uno de mis compromisos más gratificantes.
Espero haber conseguido el propósito de entretenerte.
Chan. |